martes, 28 de abril de 2015

Salud e inteligencia emocional

Ilustración: Acuarela. Mar Aragón
Las personas emocionalmente inteligentes son aquellas que han aprendido a manejar tanto sus sentimientos como los de los demás y lo hacen para que su vida sea algo más feliz y plena. Esto es la Inteligencia Emocional.
Adquirir hábitos y comportamientos que nos permitan tener capacidad para gestionar nuestras emociones y comprender los sentimientos de los demás no es fácil. Pero es educable. Tanto para adultos como para niñ@s.  Se trata de prestar atención a lo que sentimos, reconocer los estados de ánimo, las emociones, los sentimientos. Identificar cómo influyen en nosotros y en los demás, verbalizarlos, analizarlos...  Y descubrir también cómo se sienten otras personas a través de la Empatía, esa capacidad de comprender las emociones de los otros.
Con orientación, asesoramiento y ayuda, aprenderemos a regular nuestras emociones, a pensar antes de actuar, a estar en armonía con lo que sentimos, a controlar nuestras emociones para que nuestras emociones no nos controlen a nosotros.  

El tiempo es un parámetro fundamental para desarrollar la inteligencia emocional.  Por eso, es especialmente importante dedicarnos tiempo. Disponer de un tiempo para nosotros, para avanzar a nivel intrapersonal e interpersonal. Este es  un trabajo continuo que resulta muy gratificante cuando se van viendo sutiles logros.

Este proceso no puede hacerse sin motivación, sin esa fuerza que nos impulsa a hacer de nuestras vidas una vida mejor, a conseguir nuestros objetivos, a luchar por nuestras metas.

Cuando estamos contentos con nosotros mismos, tratamos mejor a las personas que nos rodean y nuestras relaciones sociales son más fructíferas, más positivas.  


Estas reflexiones, enviadas por Encarni Barragan, maestra y madre de un niño que estuvo hospitalizado en nuestra área de Pediatría, nos hacen pensar en el efecto positivo que la inteligencia emocional tiene en nuestras vidas, y nos remiten a algo de lo que ya escribimos en una entrada anterior: “Seguramente nadie duda de que la herida produce dolor, sin embargo, algunos se preguntarán de qué manera el dolor, el dolor emocional, puede llegar a producir heridas en el cuerpo”  Ahora sabemos que cuando nuestras emociones nos golpean, tienen capacidad de enfermar, de producir heridas en nuestro cuerpo. Y la tienen también de sanar.

Sabemos que las enfermedades no sólo cursan con síntomas fisiológicos. Habitualmente suelen ir acompañadas de angustia, tristeza, enfado, miedo…  Estas emociones, que habitualmente experimentamos como sufrimiento, juegan un papel fundamental en el progreso de cualquier enfermedad.  

Identificar las emociones que el proceso de enfermedad produce en nosotros y aprender a manejarlas, nos permitirá disminuir los sentimientos negativos asociados a ella, reconciliarnos con el dolor, con el miedo, con la ira, con los sentimientos de impotencia y culpa… y emprender con nuevas emociones el camino hacia la recuperación.

De INTELIGENCIA EMOCIONAL y del poder que las palabras y las emociones tienen en el proceso de salud/enfermedad, nos habla Encarni Barragán en su libro El alma del Tonel.

 
Marcapáginas.  Ilustración: Mar Aragón.
Este cuento  tiene como protagonista a Tonelillo, un pequeño tonel que enferma cuando comienza a quedarse vacío y deja de cumplir con su función primordial: hacer vino.

Subyacen en esta historia un sinfín de situaciones análogas perfectamente identificables en la vida real, con las que la autora pretende transmitir la importancia de la voluntad, la autoestima, el trabajo en equipo, la dedicación y la empatía en momentos críticos, llevándonos a una moraleja clara y esencial: la capacidad intrínseca de cada cual para adaptarse a situaciones nuevas, complejas o delicadas, haciendo uso de la inteligencia emocional.
Tanto los personajes de El alma del tonel, como el enclave donde se desarrolla son reales. Las ilustraciones que acompañan la historia hacen de su lectura una verdadera delicia al imprimir mayor realidad, si cabe, a los personajes y paisajes de la narración.
La historia de este cuento es una oportunidad para que cualquier niño o niña siga trabajando y ahondando en su educación emocional, tomando conciencia de las emociones personales y su paso a los sentimientos. Al igual que el tonelillo de la narración, se puede experimentar la riqueza afectiva que cada uno/a posee. Pero también es una oportunidad para acercarse a la cultura del vino ya que es este elemento líquido, cual río de experiencias, el que hace fluir toda la historia.
Un libro excelente para cualquier niño o niña, en especial si está atravesando por un proceso de enfermedad, por eso, desde el Hospital de Motril, que apuesta por la Inteligencia emocional, queremos recomendártelo.

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