viernes, 6 de julio de 2012

Un camino por descubrir

EL DESARROLLO DE UN HIJO ES UN CAMINO POR DESCUBRIR
Elisa Salamanca. Presidenta de la Asociación CONECTA.


Todas las familias somos diferentes; todos tenemos una manera personal de ver las cosas, de comprender el mundo que nos rodea, y vamos dirigiendo nuestras vidas en base a las experiencias que encontramos. Pero hay momentos que se repiten casi idénticamente en cualquier persona; uno de ellos llega cuando nos estamos preparando para ser padres.

Esperamos con impaciencia la ecografía en la que veremos al que será nuestro futuro hijo. Escuchamos su corazón, contamos sus deditos,… verle nos produce una sensación de calma.

Tras el nacimiento y de la mano de su pediatra, seguimos atentos cómo va creciendo, si escucha, si ve, si empieza a caminar,… saber que su desarrollo es el normal nos tranquiliza y también, sin darnos casi cuenta, alimenta nuestros sueños sobre cómo será, lo que hará de mayor, si aprenderá algún idioma o tal vez a tocar un instrumento…

Y de repente un día, sobre los 12 ó los 15 meses, la madre generalmente, tiene una sensación extraña, como una tímida vocecita interior que dice que algo no va bien… nuestro niño no nos mira, no se gira si le llamamos por su nombre, se asusta y no sabemos por qué, no hace palmitas, no juega con sus juguetes, no le llaman la atención los otros niños,…


Sin darle demasiada importancia, preguntamos a nuestros familiares, a amigos que también tienen niños pequeños, a sus cuidadores de la guardería,… pero la respuesta es siempre clara: “anda mujer, ¡no le pasa nada!, ¿pero no ves lo precioso que está?, el mío también tardó en hablar, igual es un poco tímido, lo tienes muy consentido, ¡ya verás como en el cole  despabila!…”.

Intentamos calmarnos y continuar día a día, haciendo un gran esfuerzo por dejar de escuchar esa voz interior, que no solo no desaparece, sino que cada vez suena más fuerte: “algo no va bien, algo no va bien,…”, y que nos hace estar más y más pendientes de nuestro hijo.

Así, el niño cumple los tres años y ya va a empezar el cole que,  sin darnos cuenta, se ha convertido en nuestra última esperanza de alivio…

Pero, de un modo u otro, el momento protagonista de todas nuestras pesadillas llega, y los temores se confirman: “su hijo tiene un problema grave, nadie sabe porqué le ha pasado, ni tampoco cómo evolucionará, pero si sabemos que tiene una discapacidad importante, que no se cura, que no se quita, y que formará parte de él siempre: TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA”.

El dolor que una madre siente ese día, no se puede describir.

En la mayoría de los casos, nunca habremos oído hablar del autismo, tal vez escuchamos algo en una película o serie de televisión, pero poco más… por lo que empieza un camino nuevo, en el que no hay tiempo para el dolor, y si para la angustia, para la búsqueda desesperada e, incluso, para culparnos pensando que es lo que hemos hecho mal…

Todos los sueños que teníamos como padres han desaparecido, y necesitamos recuperarlos, llenarlos con nuevas metas y esperanzas, tapar ese vacío que se forma con tantas y tantas preguntas, con un niño de la mano al que, de repente, ya no conocemos… Sé muy bien lo que se siente, porque yo también estuve al borde de ese abismo.

Pero en cuanto conseguimos recuperarnos del duro golpe y empezamos a avanzar, a conocer a profesionales que nos orientan, a otras familias que comparten con nosotros su experiencia, y encontramos la manera de ayudarnos a comprender mejor la situación, todo cambia.

Detectar precozmente este tipo de trastornos es muy importante, porque facilita que el niño pueda desarrollar sus capacidades al máximo y también nos hace volver a sentirnos unos padres iguales pero diferentes, diferentes pero iguales a los demás  (Continuar leyendo)


   Sigue de cerca los indicadores. Aprende las señales. Reacciona pronto.
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

nos interesa tu opinión. Deja tu comentario.